La reciente decisión del Ministerio de Defensa de Colombia, comunicada el primero de noviembre, generó un amplio debate en el país. En esta resolución se anunciaron la disolución de cinco fuerzas de tarea, conocidas como Omega, Titán, Hércules, Marte y Quirón, así como una reestructuración de los comandos conjuntos de las Fuerzas Militares. Este cambio, que cuenta con la aprobación del Gobierno del presidente Gustavo Petro, ha suscitado diversas reacciones dentro del ámbito político y militar.
El exministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, quien participó en la creación de estas fuerzas, expresó su preocupación al señalar que la decisión envía “una señal de incapacidad del Estado”. Según Pinzón, al eliminar estas unidades, se pone en tela de juicio la capacidad operativa de las Fuerzas Militares para proteger a los ciudadanos y mantener el Estado de derecho en el país. Él enfatizó que el mando militar tiene la potestad de determinar la mejor forma de desplegar sus capacidades para cumplir con su deber constitucional, añadiendo que “es normal que se hagan planes y ajustes de acuerdo con las realidades”.
Este cambio de estrategia busca que cada fuerza armada asuma el control operativo de manera independiente, aunque se mantiene la posibilidad de realizar operaciones conjuntas cuando así lo decida el Comando General. Con esta reorganización, se pretende que los comandos se enfoquen más en la defensa y seguridad, especialmente en las regiones fronterizas, donde la presencia del Estado es crucial.
De acuerdo con el almirante Francisco Cubides, comandante de las Fuerzas Militares, esta reestructuración es una respuesta a las amenazas actuales que enfrenta Colombia, buscando una mayor efectividad en la defensa nacional. Sin embargo, los críticos sostienen que estos cambios podrían debilitar la capacidad del Estado para combatir el narcotráfico y otros grupos armados en un momento en que la violencia y la inseguridad son preocupaciones predominantes para muchos colombianos.