El 10 de enero, el presidente Gustavo Petro provocó un fuerte debate en redes sociales al expresar su apoyo al grafiti como forma de arte en Medellín. A través de su cuenta en X (anteriormente Twitter), Petro publicó: “¡El arte no se calla! Viva Medellín culta y en paz”, refiriéndose a la ciudad como un espacio cultural.
La declaración del presidente generó una respuesta inmediata del alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, quien aclaró que las obras mencionadas por Petro no contaban con autorización. Gutiérrez adoptó una postura más restrictiva en cuanto al uso del espacio público para este tipo de expresiones, resaltando que hay una diferencia entre el grafiti como arte y el vandalismo. “Una cosa es el grafiti como expresión artística, ejemplo de lo que se ha logrado en la Comuna 13 y en otras zonas de Medellín. Está reglamentado por un acuerdo municipal. Otra cosa muy diferente es el desorden y quienes simplemente quieren generar caos y poner fea y sucia la ciudad”, expresó el alcalde, quien también destacó que su administración apoya el arte urbano siempre y cuando se mantenga el orden y la limpieza en los espacios públicos.
En respuesta, Petro defendió su postura con firmeza, acusando a la administración de Medellín de censurar el arte y la libre expresión. “El fascismo en Medellín borra de nuevo el arte y la libre expresión en los muros. Los grupos fascistas quieren negar su fascismo: el ser simplemente delincuentes cuyo sectarismo los lleva a eliminar físicamente la diferencia. Esto es fascismo”, publicó Petro, aumentando la tensión en el debate.
Este intercambio de opiniones ha centrado la discusión en la necesidad de equilibrar la promoción del grafiti como una forma legítima de expresión cultural y la regulación del espacio público para evitar el caos visual en las ciudades. En este sentido, el representante a la Cámara por Antioquia, Daniel Carvalho, recordó que en 2020 se aprobó un acuerdo municipal en Medellín que regula el arte urbano. Según Carvalho, el acuerdo fue respaldado por todos los concejales, incluidos los del Centro Democrático, que entendieron la importancia de dar un marco normativo al grafiti.
El episodio ha puesto de manifiesto las divisiones políticas y sociales sobre el arte urbano, reflejando las complejidades de lograr un balance entre el orden en el espacio público y el apoyo a las expresiones artísticas. A medida que la polémica crece, el debate sobre el futuro del grafiti en Medellín y en Colombia continúa siendo un tema de discusión entre artistas, políticos y ciudadanos.