El uso creciente de drones con explosivos ha transformado el conflicto armado en Colombia, especialmente en regiones como Catatumbo y Cauca. Este nuevo método, adoptado por grupos insurgentes como el ELN y disidencias de las FARC, causó el aumentó de ataques, incluyendo uno reciente en Tibú que resultó en la muerte de un niño y dejó 11 heridos.
Desde 2018, los drones han pasado de ser herramientas de monitoreo a vehículos explosivos, algunos capaces de transportar hasta 50 kg de carga. Las Fuerzas Armadas han identificado mejoras tecnológicas en los drones, como la capacidad de liberar explosivos sin destruir el aparato.
Asimismo, hay indicios de que grupos armados estarían accediendo a drones militares rusos y recibiendo apoyo externo, incluso de países como Irán, lo que podría intensificar el conflicto.
El Ejército enfrenta retos para contrarrestar estos ataques, ya que los inhibidores de señal afectan áreas amplias, y derribar drones desde tierra implica riesgos para la población.
Por ahora, comunidades afectadas aprendieron a reaccionar ante el sonido característico de los drones para protegerse. Las autoridades buscan nuevas estrategias para mitigar esta amenaza, incluyendo restricciones en la compra de drones.